Los biólogos deben disponer de un sistema de clasificación que les permita nombrar y agrupar a las especies descritas de una manera lógica y objetiva. La construcción de un sistema como éste no es trivial si consideramos que se han catalogado y nombrado del orden de 1,9 millones de especies, pero los cálculos más cautelosos hablan de 4 millones o incluso 14 millones.
Por tanto para comprender la gran biodiversidad es necesario elaborar un sistema que permita crear un orden dentro de la gran variedad de seres vivos, es decir, es necesario clasificar.
En el siglo XVIII el naturalista sueco Carl von Linné (Linneo) desarrolló un modo de clasificación de los seres vivos que es el que persiste hasta la actualidad.
Linneo observó que la clasificación de seres vivos gozaba de una propiedad especial: Los seres vivos se pueden ordenar fácilmente en grupos que se incluyen completamente unos a otros por niveles y en un mismo nivel no hay formas intermedias. Por ejemplo un mamífero tiene pelo y mamas, un ave pluma y pico y no tiene dientes. No hay organismos intermedios, con plumas y mamas o con pico y dientes...
La clasificación linneana se caracteriza por ser una clasificación jerárquica; los seres vivos se incluyen en categorías o grupos que engloban unas a otras. Al grupo de organismos que pertenecen a una determinada categoría en cualquier nivel se le denomina taxón. Dado que en la época de Linneo el lenguaje culto era el latín, los taxones reciben nombres latinos o latinizados.
Con la aceptación del concepto de evolución de Darwin, se empiezan a elaborar sistemas de clasificación naturales, los cuales tratan de agrupar a los organismos de acuerdo con su parentesco evolutivo y no solo por su silimitud. A partir de aquí a la clasificación de especies se le denominó sistemática. A cada grupo que se estudia se le denomina taxón por lo que se puede nombrar también como clasificación taxonómica.
Para poder nombrar a las especies nos basamos en esa clasificación por apariencia y por origen; cuando nombramos estamos utilizando una nomenclatura linneana. Cada especie tiene un nombre único formado por dos palabras latinas escritas en cursivas, estando la primera con maýuscula inicial, y la segunda escrita en minúscula. La primera pertenece al grupo del género, y la segunda a la especie.
Actualmente el grupo más grande de seres vivos es el REINO, pudiendo encontrar hasta cinco diferentes: Monera, Protoctista, Planta, Hongo y Animal.
Sin embargo, la clasificación en reinos no despeja todas las contradicciones que esta clasificación aún presenta. Carl Woese (1990) utilizando métodos moleculares comparó los diferentes linajes de seres
vivos. Para ello se valió de moléculas de ARN ribosómicos. Dado que los ribosomas sintetizan proteínas, pequeñas variaciones en la secuencia de este ARN muestran parentescos muy antiguos en la historia de la vida. Los resultados demostraron que hay sólo 3 linajes fundamentales (y no 5, como establecen los 5 reinos) a los que se llamó DOMINIOS. Estos forman una categoría superior al reino Dos de esos dominios corresponden a procariotas (Archaea y Bacteria o Eubacteria) y el tercero es eucariota, el dominio Eukarya.
BACTERIA
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ARCHAEA
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EUKARYA
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Células
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Procariotas
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Eucariotas
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ADN con histonas
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No
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Sí
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Lípidos de
membrana
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Con ácidos grasos
no ramificados
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Con ácidos grasos ramificados
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Con ácidos grasos
no ramificados
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Resistencia a ciertos
antibióticos
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No
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Sí
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En definitiva los taxones que se usan en la actualidad son ocho, y según un orden descendente
se denominan: Dominio, Reino, Phyllum o Filum (también Tipo en el caso de los Animales o
División en el caso de las Plantas y Hongos), Clase, Orden, Familia, Género y Especie. Así, la
categoría de menor rango es la especie, que se considera la unidad básica de la clasificación.
Hoy siguen nuevas propuestas de clasificación afinando más las diferencias o semejanzas entre los grupos de seres vivos. Una de ellas es la separación del Reino Protista en dos, separando a los protozoos y a los cromistas.
Ej. 7, 8 y 9 pág. 89
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